Es fácil pensar que cuantos más acontecimientos positivos y alegres vivamos a lo largo del tiempo, más felices seremos. Sumar acontecimientos agradables, de ocio y evitar los desagradables y difíciles, aquellos que nos exigen esfuerzo, podría ser entonces una buena fórmula para conseguir el bienestar. Sin embargo, son muchas las personas que se declaran infelices considerando que tienen todo lo necesario para sentirse bien. Aún derivándose de júbilo, la jubilación produce malestar en muchas de las personas que llegan a ese momento.

Entonces podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que la suma de momentos agradables y placenteros es algo necesario para la felicidad, pero no suficiente. La interpretación que hacemos de ellos es determinante para que influyan en nuestro bienestar, aunque esto es algo a lo que dedicaremos próximamente un artículo completo.

Si esto es así, si los momentos agradables tienen una influencia en el bienestar de las personas, qué ocurre para que muchas personas no se esfuercen en conseguirlos.

Muchos estudios han intentado aclarar qué influencia tiene la percepción de control sobre nuestro entorno en nuestros estados de ánimos. Sabemos que hay personas que o bien prefieren creer o bien están totalmente convencidos de que hagan lo que hagan pasará lo que tenga que pasar, mientras que otro tipo de personas tienden a creer que su futuro depende en gran medida de ellos mismos y no del destino. Claro, asumir responsabilidades sobre nuestro futuro puede ser un fastidio o puede ser algo emocionante, se trata de qué elección suele hacer más felices a las personas: entregarse a los brazos del azar o asumir el reto de conseguir los objetivos.

La respuesta a esta pregunta nos la ofrece, la psicología experimental, ya en los años sesenta (la psicología, como cualquier otra ciencia, tiene una rama experimental de la que se obtienen datos y conclusiones que luego pueden ser aplicados a la práctica diaria) de la mano de un prestigioso investigador estadounidense llamado Martin Seligman. Resumiendo mucho sus investigaciones, este autor demostró cómo los estados depresivos no dependían exclusivamente de la cantidad de premios o castigos recibidos, sino que lo determinante era la posibilidad de aprender estrategias para regular estos eventos.

Aprender desde pequeños que podemos utilizar estrategias para ganar más premios y evitar castigos, que las buenas notas no las consiguen sólo algunos porque son muy listos sino porque se esfuerzan, que las emociones son estados corporales (psicofisiológicos) que podemos regular, que los problemas no se resuelven solos sino que existen estrategias que aumentaran la posibilidad de que los resolvamos y sobre todo, que el esfuerzo que implica todo esto no es un fastidio, sino la clave para ilusionarnos por conseguir lo que queremos y por tanto nuestro bienestar.

La percepción de control, por tanto, es un buen principio para la felicidad y para conseguir el equilibrio en nuestras vidas.